Kiria Cora, luchando contra el bullying desde Pensilvania
A través de The Cora Foundation, esta venezolana combate el acoso escolar en Estados Unidos. Desde Pittsburgh impulsa reformas legales, campañas educativas y herramientas prácticas para padres y escuelas, inspirada por su propia experiencia como madre de una víctima de bullying
Kiria Cora, fundadora de The Cora Foundation, ha convertido la herida de una experiencia personal en un movimiento nacional contra el acoso o “bullying”. Desde su vivencia como madre de un niño víctima de acoso escolar hasta convertirse en autora y activista, esta venezolana residente de Pittsburgh, Pensilvania, ha dedicado su tiempo a educar, prevenir y sanar.
En esta entrevista nos habla de su visión, su libro El grito silenciado, y de cómo su fundación busca llenar un vacío urgente, bajo el lema “Nadie merece ser acosado”.
En tus palabras, ¿qué es el bullying?
Es todo acto de abuso de poder sobre otra persona, que tiene tres características esenciales: es intencional, repetitivo y perjudicial. No es un conflicto entre iguales; es un patrón sostenido de daño.
¿Y por qué decides hacerlo el foco de tu trabajo?
Porque lo viví en carne propia. Y creo que nadie puede guiar adecuadamente a otras personas si no ha vivido el problema. Cuando enfrenté esta situación con mi hijo, me di cuenta de que no existían instituciones adecuadas para ayudar a quienes están atravesando esto. De ahí nacen mi propósito y mi fundación.
Detectaste un vacío. ¿Cómo estructuraste The Cora Foundation para llenarlo?
Primero me aboqué a estudiar, a investigar por qué habían fallado las instituciones, las escuelas, incluso los padres. Descubrí que la gran falla estaba en la prevención. Si no conocemos una problemática, no podemos identificar sus señales ni actuar. Así nació mi primer proyecto: un programa de radio en Miami. Allí la comunidad empezó a responder y a proponerme que formalizara mi labor en una fundación. En noviembre de 2023 nació The Cora Foundation y comenzamos campañas nacionales para brindar apoyo directo a las víctimas de acoso.
¿Cuál es la misión y visión de tu fundación?
La misión es clara: erradicar el bullying mediante educación, prevención e intervención directa. Queremos una sociedad donde los niños vivan seguros, escuchados y protegidos. La visión es formar agentes de cambio: desde padres hasta maestros, pasando por todos los actores sociales. The Cora Foundation no solo acompaña a las víctimas, sino que forma una red de apoyo para transformar el dolor en fuerza. Quiero resaltar que todo esto ha sido posible gracias al patrocinio de Northwestern Mutual, Sebastian Becerra y Kevin Miller. Por ellos podemos continuar nuestra misión y expandir horizontes.
La víctima, el acosador y sus padres
¿Existen perfiles más vulnerables al acoso?
Cualquiera puede ser víctima. No hay un solo tipo. Pero he visto que los niños bondadosos, distintos al promedio, poco deportistas o muy inteligentes pueden volverse blanco del acoso. Por eso es crucial fomentar la empatía y la tolerancia desde edades tempranas.

Desde el punto de vista del niño víctima, ¿qué señales de alerta deberían observar los padres?
Primero, el silencio. Luego cambios abruptos de comportamiento: aislamiento, tristeza, ira, alteraciones en el apetito o el sueño. Muchas víctimas sienten que nadie les va a creer, o peor, que merecen lo que les pasa. Esto puede llevar a pensamientos suicidas. Por eso hay que actuar con rapidez, empatía y decisión. La vida de nuestros hijos depende de ello.
¿Quiénes son los otros actores que deben involucrarse?
En mi libro identifico 11 agentes: padres, hijos, maestros, consejeros, psicólogos, escuelas, policías, pastores, curas, abogados, bomberos y, por supuesto, las leyes. Todos tienen un papel. El acoso no solo ocurre en las escuelas. También lo vemos en iglesias, comunidades, y en la forma en que nuestras leyes se redactan o aplican. Todos debemos estar educados y activos.
¿Quién es el acosador? ¿Cómo se le ayuda?
Es alguien que comunica su dolor a través del abuso. Su conducta suele ocultar heridas emocionales profundas. Pero también llevan máscaras: muchos de estos niños son los más populares, brillantes o admirados. Por eso es difícil detectarlos. Se necesita evaluación psicológica, terapia y un entorno que los confronte con responsabilidad pero también con compasión.
¿Crees que los padres practican una forma de negación activa? ¿Del tipo “eso no le puede pasar a mi hijo”?
Sí, totalmente. Hasta que el problema no toca tu puerta, no entiendes la magnitud. Y si descubres que tu hijo está haciendo daño, aún más difícil es aceptarlo. Pero debemos entender que muchos acosadores actúan desde heridas profundas: abandono, humillación, abuso emocional… La raíz está en el hogar. Por eso el ejemplo, la educación emocional y la responsabilidad comienzan en casa.
Haciendo que el cambio suceda
Hablaste de errores en los actores sociales. ¿Qué pasa con los padres? ¿Por qué muchas veces no detectan que su hijo es una víctima?
El primer paso es el involucramiento. Ser padres presentes es crucial. Hay que conocer a nuestros hijos, ver cómo se comunican, dónde está fallando el vínculo. Otro punto ciego es el negacionismo: muchos padres no quieren aceptar que algo así le esté pasando a su hijo. A veces el mal ejemplo viene desde casa. Y también está el otro lado: cuando el hijo es el acosador, y el padre no quiere asumir esa realidad ni colaborar para resolverla. Ahí es donde la sociedad fracasa.

Sobre las leyes que ustedes están solicitando, ¿de qué trata esta iniciativa y qué cambios concretos busca?
La iniciativa nace de una necesidad urgente: actualizar la ley anti-bullying en Pensilvania. En 2024, presentamos un proyecto ante la Cámara de Representantes del estado en Harrisburg, ya que la legislación vigente no se había modificado desde 2009. Nos encontramos con una ley que no reflejaba la realidad. Por eso, propusimos que se reconociera el acoso no solo como agresión física o verbal, sino también como ciberacoso y como exclusión, ambas con impacto directo en la salud mental.
El 11 de junio se aprobó la primera parte del proyecto, que también establece que los colegios tienen un máximo de 5 días para notificar tanto a las familias de las víctimas como a los padres de los agresores, como medida preventiva. Lo que buscamos es que las escuelas tomen acción inmediata y que las leyes estén escritas de forma clara, para que sirvan de respaldo real cuando alguien necesite justicia.
Cuéntanos más de tu libro.
El grito silenciado: las cicatrices invisibles es un manual y un método. En la primera parte comparto mi experiencia y la investigación que hice sobre el trauma, el estrés postraumático y el suicidio. Incluye cinco casos reales, tres de ellos con los que trabajé directamente. En la segunda parte desarrollo el método COA: Conoce, Observa y Acciona. Es una guía para que cualquier persona pueda identificar y actuar frente al bullying. También incluyo cómo transformar el dolor en propósito y cómo crear precedentes, como hice yo al denunciar a nivel federal lo que vivió mi hijo, aunque decidí no continuar la demanda. La idea era dejar un registro que proteja a los que vienen detrás.
¿Qué pasó con los programas de inteligencia emocional en las escuelas?
Antes existía el programa Respect Curriculum, que promovía la empatía y la integración. Lamentablemente, muchos se eliminaron por falta de fondos. Y los pocos que quedan, se hacen en línea y sin seguimiento. La educación emocional debe volver al aula y ser prioridad.
¿Un mensaje final para padres, educadores y líderes comunitarios?
La indiferencia también hiere. Todos somos responsables. Eduquémonos, observemos y actuemos. Porque el silencio, muchas veces, se convierte en grito cuando ya es demasiado tarde. Y mi misión es que ese grito sea escuchado antes de que sea silenciado para siempre.
Esta entrevista fue publicada originalmente en inglés por IQ Latino.