El crimen que unió a los asiático-americanos
Chin, un inmigrante chino de 27 años, celebraba su despedida de soltero el 19 de junio de 1982, cuando estalló una pelea. Las autoridades dijeron que dos trabajadores del sector automovilístico culpaban a Chin de los despidos en las fábricas de automóviles, debido a las importaciones japonesas. Vale recalcar que Chin no era japonés
Décadas antes de que el inmigrante chino Yao Pan Ma fuera atacado mientras recogía latas en Nueva York y de que el tailandés Vicha Ratanapakdee fuera agredido mortalmente en San Francisco, Vincent Chin fue golpeado hasta la muerte con un bate de béisbol en Detroit por dos hombres blancos que nunca cumplieron condena.
Cuarenta años después –y en medio de un aumento de los delitos de odio contra los asiático-americanos– la ciudad de Detroit se asoció con la Coalición de Conmemoración y Rededicación del cuadragésimo aniversario de Vincent Chin, en una conmemoración de cuatro días –del 16 al 20 de junio– para honrar los esfuerzos por los derechos civiles que comenzaron con la muerte de Chin y declarar el compromiso de la ciudad contra este tipo de violencia.
Chin, un inmigrante chino de 27 años, celebraba su despedida de soltero el 19 de junio de 1982, cuando estalló una pelea. Las autoridades dijeron que dos trabajadores del sector automovilístico culpaban a Chin de los despidos en las fábricas de automóviles, debido a las importaciones japonesas. Vale recalcar que Chin no era japonés.
Después de que Chin abandonara el club, los dos hombres lo localizaron en un restaurante de comida rápida y lo atacaron. Chin murió más tarde en un hospital. Se considera que este hecho marcó el nacimiento de la lucha por los derechos civiles de los asiático-americanos.
El crimen en la memoria
Helen Zia es activista y periodista, miembro fundador de la organización Detroit American Citizens for Justice. En cuanto al asesinato de Chu, explica que fue presenciado por 70 personas, pero les dieron libertad condicional a los responsables. “Esto fue algo horripilante. Si estos asesinos no hubieran sido blancos, hubieran ido a la cárcel por mucho tiempo”.
Recuerda que, para aquel momento, ejecutivos de la industria de automóvil y congresistas culpaban a Japón por la debacle de la industria automotriz. “Pero también hacían carros que eran beneficiosos para la gente respecto al ahorro de la gasolina”, razona.
Relata que en ese momento la gente se unió y creció el movimiento de derechos civiles asiático-americanos. Según ella, “Era un movimiento de distintas generaciones y colores de piel, a favor de la justicia”.
Michael German, miembro del Programa de Libertad y Seguridad Nacional del Centro Brennan para la Justicia, dice: “Cuando sucedió el crimen de Chu, no había gente con capuchas o que fuera parte de una organización de odio; pero había un ambiente permisivo”. Coincide en que las noticias decían que los asiáticos se estaban robando los trabajos en las manufacturas de automóviles. “Mucho de eso fue sensacionalista, se creó un chivo expiatorio con un ente extranjero que supuestamente causaba problemas”, relata.
John C. Yang, presidente y director general de Asian Americans Advancing Justice, AAJC, se pregunta cómo transformar la desesperación en esperanza y en fuerza.
“Tras el asesinato de Chin hubo una gran desesperación por la falta de justicia. Pero las diversas comunidades asiáticas, que estaban separadas hasta entonces, se juntaron. Se desarrolló mucha fuerza a partir de ese momento trágico. Me gustaría pensar que eso es lo que está pasando ahora”.
Radiografía de los crímenes de odio
Germán resalta que es difícil hablar sobre los crímenes de odio y especialmente de los anti-asiáticos, porque los datos recopilados son muy pobres. Recuerda que el odio contra los asiáticos es de larga data, y hay quienes han considerado a la raza asiática como enemiga histórica de Estados Unidos.
Agrega que hay 5 estatutos sobre crímenes de odio, pero ni siquiera un 15% de los departamentos policiales los reconocen bajo su jurisdicción. “El Departamento de Justicia no está haciendo ningún cambio al respecto. Además, hay muchas concepciones erróneas”.
Según Germán, los grupos no gubernamentales que estudian el tema registran un grave aumento de estos actos en la actualidad. “Se habla de la amenaza que China representa, se les responsabiliza de haber usado el coronavirus como un arma contra EE. UU. Y lo hacen políticos, personas de autoridad, sin base alguna. No se trata de extremistas”.
El especialista advierte que equivale a dar licencia para cometer crímenes violentos, como lo que sucedió en el Capitolio. “Nuestros legisladores deben abordar esto”, aconseja.
Zia, por su parte, alerta que la policía se niega a calificar como crímenes de odio basados en la raza a muchas muertes de asiático-americanos, lo cual contribuye al sub-registro. Además califica como intensos estos dos años y medio para estadounidenses de ascendencia asiática. “Ha sido fuerte la violencia y el acoso”.
Yang lamenta que están viendo un gran crecimiento de violencia contra su gente, “pero también hemos visto violencia contra afroamericanos y lo sucedido el 6 de enero de 2021”.
Desde su punto de vista, esto tiene que ver con la llamada teoría del reemplazo, “que cree que estamos trabajando para desplazar a la comunidad blanca”.
“Hay diversos estudios que demuestran que el 75% de los atacantes de asiático-americanos son blancos. Se viralizó un video de un afroamericano atacando a una asiática, pero ese no es el caso promedio”.
El problema y el futuro
“Nuestra democracia es cada vez más diversa, llegaremos a ser una mayoría de minorías. Las personas de conciencia debemos juntarnos por la justicia, la paz y la seguridad. Hay que romper esta división calculada. Es el legado que tenemos que recordar en este aniversario número 40 de Vincent Chi”, sentencia Zia.
Adelanta que están armando una guía de su legado, contando las historias de solidaridad. “Eso no ocurrió mágicamente, la gente se juntó y se hizo preguntas duras”.
“Hay que contar la historia de los derechos civiles desde la esclavitud y traducirlo a nuestros idiomas, hacer disponible la información. Nuestras comunidades también son privadas de ella”, finaliza.