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Reflexivo tricentenario

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El pasado 16 de diciembre la Universidad Central de Venezuela realizó un acto para enaltecer sus trescientos años de existencia. Según los organizadores, era la primera vez que la institución celebraba un centenario, pues el primero se vio truncado por estar inmersos en la guerra de independencia, mientras que el segundo no pudo realizarse por encontrarse el recinto clausurado por la dantesca e indigna dictadura de Juan Vicente Gómez Chacón. En esta ocasión la oportunidad no era la más idónea, encontrándose en el medio una pandemia y estando la universidad sometida a la que probablemente es la mayor de las crisis en la historia.

Chocan la historia y la acción de enarbolar la academia y la autonomía con una realidad funesta para el país. Las universidades no escapan a las tropelías de un régimen que mancilla su integridad amarrándola a través de un exiguo presupuesto, mientras le confisca atribuciones, le retira movilidad y le vende como una opción de progreso una serie de mejoras parciales en infraestructuras, cuyo mantenimiento resultará imposible para la institución, por lo que quedará hipotecada a los designios del poder central, mientras las reivindicaciones salariales, las sentencias de tribunales mal constituidos y la nula actualización de bibliotecas, están presentes.

Estar en medio de la plaza cubierta escuchando a los oradores no impedía pensar en el devenir de la universidad. Sillas vacías eran a lo mejor el mejor emblema de la indiferencia de un conglomerado que luce entregado o que asoma estar ocupado en otras tareas. Ambas variables peligrosas, haciendo que cobre sentido la tajante afirmación de don Rómulo Gallegos cuando tildó a la universidad de ser una casa de segundones y hermana menor de la revuelta militar, señalándola de también ser culpable.

La desarticulación universitaria se muestra cuando no hay una apropiación de la historia. La esencia no puede quedar en un acto protocolar, sino que debe trascender en un sentido de valentía. Sin embargo, no pareció impulsarse de esa manera, perdiéndose, hasta el momento, la oportunidad de convertir lo cotidiano en una gesta de libertad, a favor de la autonomía, de la lucha por la reinstitucionalización y de la ratificación por la preparación de un recurso que estará llamado a encabezar la recuperación de la República en la Venezuela que surgirá posterior al inminente amanecer de libertad.

Aunque preocupa lo que acontece, el estar reflexionando en torno a lo vivido es una ventaja que genera cierto optimismo. Debe partirse de la realidad actual y buscar recuperar el espíritu institucional y la identidad nacional e internacional sobre la relevancia de una universidad activa, contestataria y valiente. Hacerlo asegurará tener más adelante otros centenarios para enaltecerla. Pero quedarse de brazos cruzados y no formular la necesaria reflexión puede acabarla, ratificando, con dolor, que la frase del magistral Rómulo Gallegos no estaba alejada de la realidad.

correoacademicoldav@gmail.com
@luisdalvarezva

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