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Opinión: La guerra sucia de Trump ya comenzó

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Como estudiante de secundaria, redacté mi tesis, requerida para graduarme, sobre la Guerra de las Islas Malvinas de 1982 entre Argentina y el Reino Unido. Analizó cuestiones relacionadas con la autodeterminación, la legítima defensa, el derecho internacional público y la política internacional, y me inculcó el debido respeto por las normas internacionales de conducta. Como la vida lo quiso, los abuelos maternos de mis hijos resultaron ser de Buenos Aires, Argentina, tras haber emigrado en 1977 a Estados Unidos durante el período de terrorismo de Estado en Argentina bajo la junta militar fascista. Su experiencia del autoritarismo incipiente en ese país sigue siendo real y relevante en la América de 2025.

He participado en foros jurídicos y análisis de relaciones internacionales patrocinados por y en colaboración con instituciones argentinas de educación superior. Mi experiencia también incluye la docencia en El Salvador. Jueces y abogados del gobierno fueron mis alumnos de las técnicas de oralidad utilizadas en Estados Unidos, basadas en principios de transparencia y procedimientos justos, con el respeto apropiado al debido proceso. Y he trabajado todos los días con un policía venezolano retirado convertido en abogado durante casi dos décadas, luchando por preservar los derechos e intereses de nuestros clientes, la mayoría de los cuales son de otros lugares. Y he brindado todo el apoyo moral que he podido a la causa del restablecimiento del Estado de Derecho en Venezuela y he ondeado su bandera al revés en mi casa como señal de solidaridad desde 2017. Por esta constelación de razones, los casos de deportación de venezolanos son muy importantes de acuerdo con mi experiencia personal y profesional, y tal vez infunda mi perspectiva con conocimientos e información que puedan ser de interés para el lector.

Durante la “Guerra Sucia” argentina, la gente “desaparecía”, a plena vista y en público, secuestrada en las calles y llevada en autos no identificados (los infames “Ford Falcon”, siempre con su pintura verde oscuro y vidrios polarizados), operados por equipos de “policías” no identificados, a lugares desconocidos, sin el debido proceso, o sin ningún proceso en absoluto. Esa fue la junta militar fascista de Jorge Rafael Videla, Leopoldo Galtieri y la pandilla, que solo terminó tras la desafortunada invasión y posterior expulsión de las Islas Malvinas, a costa de las vidas de 649 argentinos, 255 británicos y 3 isleños. La junta calificó de “terroristas” a los activistas de izquierda y secuestró y asesinó a unas 30.000 personas. Algunas fueron torturadas hasta la muerte, otras fusiladas y otras drogadas, trasladadas en helicóptero a “aguas internacionales” fuera de la jurisdicción de los tribunales, y arrojadas por la puerta abierta desde altura hacia el mar de abajo. Esos “desaparecidos” dieron origen a las Madres de la Plaza de Mayo.

Más tarde, resultó en procesamientos en el Juicio a las Juntas en 1985 por abusos a gran escala contra los derechos humanos y crímenes de lesa humanidad durante la Guerra Sucia, incluyendo el secuestro, la tortura, y el asesinato generalizado de activistas y opositores políticos, junto con sus familias, en campos de concentración secretos. Fue el primer juicio importante celebrado por crímenes de guerra desde los Juicios de Núremberg.

Sin duda, hay escépticos que aún se aferran ingenuamente a la idea de que “esto no puede pasar aquí”. Amigos míos, por impactante que suene, ya ha pasado. Y ahí es donde nos encontramos ahora, hoy, en los Estados Unidos de América. Como declaró el juez Wilkinson, el 15 de marzo de 2025, sin el debido proceso, Trump utilizó el poder del gobierno “para encerrar a residentes de este país en prisiones extranjeras sin la apariencia del debido proceso, que es la base de nuestro orden constitucional”. Trump sigue argumentando en varios tribunales que tiene la autoridad legal para seguir cometiendo tales actos. De hecho, intentó continuar cometiendo tales actos nuevamente los días 16, 17 y 18 de abril de 2025, hasta que la Corte Suprema intervino y lo detuvo a la 1:00 a.m. del 19 de abril de 2025. En el caso de Kilmar Abrego García, Trump violó el Código de Regulaciones Federales que requiere que el gobierno pruebe “por preponderancia de la evidencia” que el extranjero ya no tiene derecho a una retención de deportación. Luego “por error” lo envió al único país al que la orden de retención de deportación del juez le prohibía a Trump enviarlo: a El Salvador. Trump sigue negándose a cumplir con la Orden unánime de 9-0 de la Corte Suprema del 10 de abril de 2025 “para ‘facilitar’ la liberación de Abrego García de la custodia en El Salvador y asegurar que su caso sea manejado como lo habría sido si no hubiera sido enviado indebidamente a El Salvador”. Tomados en conjunto, los casos de deportación venezolanos nos recuerdan que sin debido proceso significa fuera de la ley. Así como no hubo debido proceso en la Guerra Sucia de Argentina, Trump está participando y argumentando a favor de que no haya debido proceso en los Estados Unidos de América. La Guerra Sucia de Trump está en marcha.

(traducido del original en inglés)

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