Nicaragua pareciera retrotraerse a épocas que se consideraban superadas hace muchísimo tiempo. La barbarie de una dictadura dantesca que hace lo que quiere con la sociedad, mientras se enriquece de manera espantosa, lleva a mirar con estupor el transitar de un país que vuelve a observar con angustia que los vicios del rancio militarismo y cruel personalismo que mancilló la dignidad del país durante décadas, están más vivos que nunca.
Impresiona el parangón que se asoma entre lo que ocurre y lo que se vivió hace décadas. La censura de prensa, las canciones que narran las tropelías de la tiranía -muchas interpretadas igualmente por la melodiosa dignidad de Carlos y Luis Enrique Mejía Godoy-, la enérgica pluma de Sergio Ramírez Mercado y de Gioconda Belli denunciando el proceder dinástico del sector gubernamental y el repudio generalizado de una comunidad internacional que percibe con asco el trato que se le da a la disidencia, se repite en el tiempo con angustia.
Mientras las mazmorras de la tiranía engullen a los que enfrentaron la crueldad, inventándoles delitos, el dictador de turno, al igual que el anterior, ofende a los que le adversan, cuestionando su patriotismo y afincándose en una violencia que orbita a su alrededor, mientras sus familiares expolian el erario público –como si se tratase de su hacienda particular- y hablan de autodeterminación y de dignidad, mientras sus huestes atropellan y mancillan.
No es la primera vez que en la historia nicaragüense un régimen se inventa una oposición a su medida para dar la sensación de pluralidad y de sana competencia. Partidos proscritos o impunemente robados con personajes que tienen el objetivo de servir a la tiranía, forman parte de esa fauna que requiere el tirano para simular normalidad. Ello se complementa con una supuesta independencia de poderes en la que líderes del partido de gobierno, reconocidos representantes de su tolda, ocupan posiciones en instancias en las que debe privar la independencia y la sindéresis.
Pese a ese cuadro tétrico y doloroso, hay una similitud todavía más relevante que silenciosamente recorre el país y que se siente en la comunidad internacional. La libertad de Nicaragua será una realidad y su sabia dulce irradiará Managua, Masaya, León, Chinandega, Granada y cuanto rincón de esperanza se baña con la poesía de Rubén Darío y Ernesto Cardenal y se construye con el recuerdo patriótico de Augusto César Sandino. El actual dictador, al igual que el que huyó cobardemente en 1979, también pasará y será un recuerdo amargo en la historia. El repudio lo perseguirá hasta la eternidad, mientras que el país renacerá en las flores, los volcanes, los lagos, el mar y la dignidad.