El mundo y la dignidad
El régimen del apartheid impuso una política de terror sustentada en normas humillantes y condenables desde cualquier perspectiva
Causa enorme preocupación observar que en pleno siglo XXI algunas coyunturas que se creían superadas, sigan apareciendo. Regímenes autoritarios que provocan éxodos masivos, altaneros dirigentes que juegan con la incertidumbre de imponerse, así sea a costa de destruir el planeta, y violadores permanentes de las garantías fundamentales, forman parte de un sombrío panorama que marca la contemporaneidad.
La discriminación por cualquier razón es otra variable que está presente. Cuando se pensaba que las narraciones de las arbitrariedades contra individuos o grupos quedarían solo circunscritas a libros, memorias, relatos y documentos que dejaran evidencia de lo grotesco de lo acaecido, resulta que los abusos se repiten con alarmante frecuencia, nutriendo las agendas informativas de los medios de comunicación a los que la censura y los intereses perversos no han logrado silenciar.
Durante los años cincuenta y sesenta del siglo XX, gran parte de la sociedad sudafricana cuestionaba la manera en la que una minoría regía los destinos del país y aplicaba un criminal sistema que aplastaba a millones de personas. De esta manera, aunque la oposición estaba dividida y una enorme desconfianza privaba entre los diferentes actores, comenzó a calar entre los subyugados una valiente lucha reivindicativa.
El régimen del apartheid impuso una política de terror sustentada en normas humillantes y condenables desde cualquier perspectiva. Frente a ese escenario hubo protestas contra las medidas adelantadas. El 21 de marzo de 1960 la policía disparó contra un grupo de manifestantes que se congregó en el distrito de Sharpeville, siendo asesinadas 69 personas y quedando heridas 180. Aunque las autoridades adujeron haber actuado para repeler un ataque, el número de víctimas con heridas en la espalda demuestra la saña con la que fueron masacrados los que pedían cambios.
Lo ocurrido en Sharpeville desató una represión aun mayor, pero sirvió para que se terminara de entender la verdadera naturaleza de la tiranía sudafricana, arreciando las condenas internacionales y debilitándose la vinculación con los escasos aliados del régimen del apartheid. Los sucesos del aciago 21 de marzo de 1960 provocaron que en 1966 la Asamblea General de la ONU proclamara el Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial. La condena a lo ocurrido hace 62 años en Sharpeville debería seguir siendo el motor que nos lleve, como humanidad, a conseguir finalmente un mundo de paz, democracia, justicia y libertad.
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@luisdalvarezva