Empujando el cambio en una sociedad dividida
A pesar del polémico y elevado clima de opinión pública en Estados Unidos, hay emprendedores sociales que adelantan exitosas iniciativas para ayudar a los más necesitados. Aquí hablan tres de ellos
A pesar de la polarización política, la parálisis legislativa y la incertidumbre pública, Estados Unidos sigue contando con líderes ingeniosos, que empujan soluciones para poblaciones vulnerables.
Cada año, la Fundación James Irvine distingue a emprendedores de comunidades, por soluciones a problemas críticos que afectan a millones de personas en todo el país.
La Fundación asegura que los premios demuestran lo posible que es el cambio, incluso con los problemas más difíciles.
Cindy Downing, responsable de Programas de la Fundación, explicó que su misión es enfocarse en construir una comunidad donde los trabajadores de bajos recursos puedan avanzar económicamente.
Sostienen un programa de liderazgo desde 2006, que ha reconocido a más de 100 líderes en distintas áreas. “Son creativos y diversos. Buscan generar conectividad”, dice. Y agrega que entender el ecosistema de las personas de bajos recursos es clave para construir comunidad y esperanza.
Tres de los ganadores de los Premios al Liderazgo de la Fundación James Irvine en 2023 compartieron en una rueda de prensa sus estrategias exitosas para lograr el cambio.
Desde los restaurantes
One Fair Wage es una fundación de 300 mil trabajadores de restaurantes. Muchos son negocios pequeños y representantes de minorías étnicas. Antes de la pandemia, el sector empleaba a 14 millones de personas. Está presente en todo el país.
Su presidente, Saru Jayaraman, relata que comenzaron este trabajo el 11 de septiembre, porque los ataques a las torres gemelas dejaron 250 fallecidos y muchos desempleados en la industria.
Detalla que lo que está en riesgo no es la existencia de los restaurantes, el problema es que haya trabajadores dispuestos a laborar por esos salarios.
“Muchos empleados del ramo están negándose a trabajar por esos sueldos”, denuncia. Y agrega que “Durante 100 años se ha mantenido el pago en niveles mínimos, usando como pretextos las propinas”. Apunta que hay una gran comunidad latina en este grupo.
En enero expusieron ante el New York Times una estafa en la cual la Asociación de Restaurantes cobra por un entrenamiento a los trabajadores, y utilizan luego ese dinero en contra de ellos, para hacer cabildeo que permita mantener los honorarios bajos.
También hay problemas de acoso sexual a las mujeres. “1,2 millones de trabajadores se han ido de la industria por eso. Solamente 8% quieren quedarse”, refiere.
Al crecer también se expandieron a otros trabajadores de servicio, como salones de belleza, las personas que empujan sillas de ruedas en aeropuertos o los repartidores de comida.
“Estamos haciendo seguimiento a restaurantes que han aumentado los sueldos hasta $35 en Nueva York, porque es la única forma de retener a los trabajadores”.
Desde el año pasado comenzaron una campaña para aumentar los sueldos en 26 estados.
Aspiran a llevarlo a $23,50 en California y también elevarlo en las cárceles, para los internos que laboran allí.
“Ganamos una enmienda en la boleta electoral en Washington DC”, comenta con orgullo.
Además, el alcalde de Chicago dijo que apoya el aumento y el gobernador de Pensilvania, Josh Shapiro, lo llevará a $15.
Alcanzando a los Sin Hogar
Chris Contreras, director de Programas de Brilliant Corners, trabaja con personas desamparadas en Los Angeles, facilitando para ellos servicios relacionados con la vivienda.
“Los alquileres han aumentado en 54%, mientras los salarios solo aumentan 16%. Esto deja a los angelinos en peligro de perder su hogar”, alerta.
Subraya que afecta desproporcionadamente a las minorías. “La población sin techo ha aumentado 8% en la comunidad negra, mientras los latinos son 44% del grupo.
Reconoce que el flujo de las personas que ayudan es ínfimo, en comparación con quienes quedan sin casa todos los días.
“Las raíces están en los problemas con el sistema de justicia criminal, la salud, el sistema educativo”, reflexiona.
“Creemos que la vivienda es un derecho humano. Tenemos un programa modelo a nivel nacional. Lanzamos subsidios mixtos públicos y privados de alquileres para ayudar a los más vulnerables”amplía Contreras.
Sugiere que hay que mirar dentro de los problemas que experimentan las familias, así como en las relaciones con sus caseros.
Tienen relaciones con 11 mil desarrolladores en la ciudad. Han conseguido millones de dólares del gobierno, entidades privadas y filantropía.
“Necesitamos subsidios gubernamentales, además de profesionales especializados en relaciones y servicios de vivienda, para lograr transición y estabilidad a largo plazo”, recomienda.
Cree que lo que se necesita es que las partes interesadas coordinen los recursos. “Estamos intentando expandir ese modelo. Es un trabajo constante de construir relaciones y crear un modelo”, concluye.
La cárcel del prejuicio
Dorsey Nunn, Director Ejecutivo de Servicios Legales para Prisioneros en la organización
Todos O Ninguno, trabaja en cómo cambiar una narrativa tan potente respecto a una comunidad que califica como invisible.
Manejan 30 capítulos en todo el país. “Tenemos liderazgo por todas partes”, explica. Son personas que han estado en la cárcel o aún lo están.
Nunn lleva 50 años trabajando en el tema y él mismo estuvo en confinamiento en la cárcel de Pelican Bay. Nos dirigimos a todo el espectro de personas de color, que son blanco de encarcelamiento.
“El método del castigo y el sufrimiento ha fallado en la sociedad. Cuando nos llaman cualquier cosa menos persona, nos están insultando, pero no se dan cuenta”.
“Nos dirigimos a todo el espectro de personas de color, que son el blanco del encarcelamiento”. Apunta que la gente ve a un criminal donde hay una persona.
Hicieron un juicio para defender a 50 mil personas que estuvieron en confinamiento solitario prolongado en todo el país.
Luego, cuando salieron a la calle, no podían ser contratados porque tenían un delito.
La organización ha trabajado en restablecer los derechos de votar para personas que estaban en libertad condicional o o para encarcelados sin delitos mayores.
“Estamos impactando cuando las personas pueden votar. En Florida logramos involucrar un millón de personas. También en Carolina del Norte, Luisiana y California”.
“Soy bisabuelo y ninguno de mis hijos ha estado preso. Rompí ese hilo porque estuve en la casa para cuidarlos. Opero una organización que maneja millones de dólares, pero la gente no me ve como todo eso”.
Añade que “Después de completar mi sentencia yo estoy rehabilitado, pero me discriminan de una manera que me impacta a mí, a mi familia y a mi comunidad. Cuando lo hacemos bien, nuestras historias no se relatan”.
Para la organización el reto es también cambiarle la mentalidad a las mismas personas que han estado encarceladas y que se sienten con menos valor ante la sociedad.