El dilema salvadoreño: ¿seguridad a cambio del porcentaje más alto de presos en el mundo?
Que el país más pequeño de Latinoamérica, El Salvador, abriera la cárcel más grande del planeta ha generado reacciones y suspicacias en el país
Cuando el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, anunció la semana pasada como un logro importante en su plan de combate a las pandillas, la apertura de “la cárcel más grande de toda América”, acompañada de las imágenes coreografiadas de miles de pandilleros trasladados al centro -proporcionadas por la prensa oficial- la comunidad internacional no pasó desapercibido el hecho.
El Centro de Confinamiento del Terrorismo, como ha bautizado el gobierno salvadoreño la megacárcel ubicada en el centro del país, es en sí uno de los recintos más grandes del planeta y el de mayor proporción, según registros del World Prison Brief, que compila la información oficial de centros carcelarios en todo el mundo.
En un artículo de opinión publicado por The Washington Post el fin de semana reciente, el analista León Krauze considera que dadas las condiciones socioeconómicas y políticas del país “la escala de la nueva prisión de El Salvador es difícil de comprender”.
Para Krauze, al poner en operaciones “una enorme cárcel ‘del primer mundo’” con capacidad para albergar unos 40.000 reclusos, deja muchas preguntas y llama a comparar los proyectos carcelarios más grandes del planeta y sus implicaciones.
El Salvador, de acuerdo con los datos que maneja la organización World Prision Brief, tiene en promedio 605 prisioneros por cada 100.000 habitantes, le sigue Ruanda, en África con 580 reos por cada 100.000 habitantes, y la creación de la megacarcel, a razón del espacio, no resolvería el problema de hacinamiento carcelario en el país centroamericano.
“La realidad es que la escala del proyecto desafía el sentido común y la fácil comprensión. Y las implicaciones sociales del esfuerzo no son menos sorprendentes. Los ciudadanos de El Salvador han aceptado tácitamente la represión sin precedentes de Bukele contra el crimen y, al menos por el momento, están ignorando sus ramificaciones más amplias”, apuntó el analista.