Salud mental en menores: un cuadro sombrío
“Estamos creando menos espacios verdes, hay más barreras sociales y mentales. Además, hubo un año donde estuvieron en casa sin educación, sin ejercicio y comiendo cualquier cosa”.
Un informe reciente de los Centros para el Control de las Enfermedades (CDC) de Estados Unidos sobre una encuesta a estudiantes de secundaria, reveló que el 55,1% dice sufrir abuso emocional, el 44,2% informó de sentimientos persistentes de tristeza o desesperanza y el 9% intentó suicidarse.
Los distintos grupos sufren de forma diferente: más jóvenes del sexo femenino y LGBTQ+ mostraron un aumento en el comportamiento suicida, los menores asiáticos se enfrentaron más al racismo y al odio, un número mayor de jóvenes negros y nativos americanos experimentaron hambre y devastación económica y, junto con los latinos, padecieron el estrés mental de los efectos de la pandemia en sus familias y comunidades.
Ángela Vásquez, directora de políticas de salud mental en la organización The Children’s Partnership, refiere que el impacto del COVID en la salud mental de niños y adolescentes se suma a problemas previos. “Es una crisis que viene desde antes de la pandemia”. Y asegura que casi el 50% de los jóvenes impactados por depresión no reciben tratamiento.
Los números son una advertencia
Según los datos de la especialista, los adolescentes negros o latinos tuvieron 14% menos probabilidades de recibir tratamiento; a pesar de que sus tasas de depresión son similares a las de sus pares blancos.
También advierte que “Las niñas de escuela secundaria hacen más planes de suicidio que los varones, hay una tendencia de género”. Y le preocupa que, desde que comenzó la pandemia, jóvenes asiáticos han experimentado bullying por su etnicidad.
En cuanto a inmigrantes, alerta que “La separación de las familias impacta a la salud mental y física de los niños. Los hijos de indocumentados tienen riesgo de problemas de comportamiento. El riesgo de que se lleven a sus padres afecta la seguridad económica de la familia, les quita servicios y beneficios”.
Vásquez revela que 61% de los jóvenes negros, 51% de los latinos y 40% de los blancos sufren al menos uno de estos impactos. En conclusión, “Niños y jóvenes de color tienen mayores síntomas de salud mental”.
Sydney McKinney, Ph.D, Directora Ejecutiva del National Black Women’s Justice Institute de Nueva York, denuncia que, entre niñas y jóvenes negras, el suicidio se incrementó en un 182% entre 2001 y 2017. También comenta que 75% de jóvenes arrestados por la policía son víctimas posteriores de trauma.
“Cuatro de cada cinco hembras en centros de detención juvenil son diagnosticadas con una necesidad de salud mental. 43% de ellas son negras, el mayor grupo étnico en esta situación”, lamenta. Por si fuera poco, afirma que la pandemia ha incrementado la necesidad de salud mental para mujeres jóvenes negras.
Los matices del problema
El doctor Ilan Shapiro, pediatra, jefe de asuntos médicos de los centros de salud federales de AltaMed en Los Ángeles, trabaja con una comunidad de unos 150 mil niños desde hace 6 años. Observa depresión y ansiedad. “A veces parece muy fácil seguir la lista de recomendaciones médica para los menores: come bien y haz ejercicio al aire libre; pero muchas de nuestras comunidades no tienen acceso a esas condiciones y su salud se afecta”.
A Shapiro le preocupa que “Estamos creando menos espacios verdes, hay más barreras sociales y mentales. Además, hubo un año donde estuvieron en casa sin educación, sin ejercicio y comiendo cualquier cosa”.
Ilustra el impacto del COVID con un caso que vivió: “Tuve un paciente que se quejaba de dolores de cabeza y de abdomen, había perdido peso. Cuando lo examinamos, supimos que ese niño perdió tres miembros cercanos de su familia por la pandemia. Cayó en una terrible depresión”.
Como consecuencia, dice que vemos una tendencia de menos logros académicos, problemas de desarrollo. “Los niños piden ayuda a gritos y los padres también. Si los adultos no cuidamos de nosotros mismos, ¿cómo podemos cuidar de nuestros hijos? Esto tiene ramificaciones como obesidad y adicciones”.
También le inquieta que la calidad de comida es peor porque en medio de la pandemia muchas familias no recibieron algunos pagos. “No podían salir por la violencia n sus comunidades, no hay espacios comunitarios y no se dispone de internet de suficiente calidad”.
Y confiesa: “No hay suficientes siquiatras, no tenemos tiempo para formarlos”.
McKinney informa que “Tenemos tasas de violencia aumentadas basadas en género en las escuelas. Hubo más reportes en las dos primeras semanas de regreso a clases que en todo el año anterior”.
Y diagnostica las causas de la escalada: “Al estar aislado en sus casas se olvidaron de cómo interactuar. Esto es grave para las niñas negras, porque sufren más acoso en las escuelas que otros grupos”.
Explica que los maestros también perdieron socialización y sus habilidades para lidiar con situaciones cotidianas.
Para el doctor Myo Thwin Myint, Profesor Adjunto de Psiquiatría en la Facultad de Medicina de la Universidad de Tulane (Luisiana), “Sí existen disparidades raciales y de género. Los jóvenes LGBTQ+ y trans enfrentan desafíos sociales en todo el país. Hay leyes que los someten a estrés adicional”.
El docente cita al Cirujano General de Estados Unidos, quien dijo que hay una advertencia sobre salud mental y crisis. “Es bueno que el gobierno federal lo reconozca y que haya recursos para ello. Hay que hacerle seguimiento”.
Concuerda en que “Ya veníamos cansados desde antes de la pandemia. Ahora, tenemos más problemas de salud mental”.
Le inquieta que los jóvenes LGBTQ+ tienen más alto riesgo de suicidio. “Si hay menos receptividad, la familia les rechaza, la gente no entiende sobre diversidad de género, esto es un desafio”, subraya.
Teme que sobre ellos se está colocando más adversidad y estrés, además de que las familias que los apoyan se sienten silenciadas o amenazadas. “Hay legisladores que no entienden ni aceptan su sexualidad. El aislamiento puede empeorar todo este cuadro. Esto puede llevar a depresión y a suicidio”.
Advierte que hay proyectos de ley similares al llamado “No digas Gay” de Florida que se están discutiendo en varios estados. “Es muy triste estar enfocando nuestra atención y energía en este tipo de asuntos, cuando podríamos estar haciendo tantas otras cosas por ayudar”, concluye.
Las soluciones
“Queremos recordar a adultos y legisladores que las experiencias positivas importan”, dice Ángela Vásquez. “Necesitamos enfocarnos en disminuir experiencias negativas y propiciar experiencias positivas en los jóvenes”.
The Children’s Partnership estableció un Consejo de Salud de Jóvenes conjuntamente con otras 15 organizaciones. “Hemos escuchado qué quieren ellos de los adultos en cuanto a salud mental, hemos atendido escuelas y dado servicios en ellas”.
Vásquez aconseja emplear estrategias culturalmente afirmantes, respetar la identidad étnica, utilizar la literatura. “Las actividades no tienen que ser terapia para ser terapéuticas”, señala.
El doctor Shapiro recomienda: “Debemos iniciar servicios virtuales de apoyo mental, entrenar gente local como promotores de apoyos grupales y asegurarnos de que los doctores primarios estén disponibles. Hay que enseñar a la gente los requisitos de bienestar y salud mental”.
Por su parte, el doctor Myo Thwin Myint Llama a reimaginar todos nuestros sistemas de salud. Queremos alcanzar a nuestros legisladores. Queremos que los niños se sientan bien en la escuela, que puedan salir del sistema educativo a conseguir trabajos.
También llama a estar seguros de que hay personas que cuidan bien a los niños. “Tenemos que proporcionar información para eso”.
Sydney McKinney por su parte, cuenta que “Estamos trabajando para crear capacitaciones a educadores, que permitan abordar a violencia basada en géneros. También hay que crear estándares para apoyarlos”. Y remata afirmando que “Hay que enseñar a estos educadores a cuidarse a sí mismos”.