Retorno forzado de beneficiarios del TPS «profundizaría la crisis» en Honduras y El Salvador
Las condiciones económicas y sociales, el impacto del cambio climático, la violencia y la falta de empleos en Honduras y El Salvador son elementos considerados por un equipo de expertos que ven “complicado” el retorno forzado de emigrantes en EEUU si termina el TPS
La salvadoreña Doris Landaverde trabaja como guarda de seguridad en la prestigiosa Universidad de Harvard en Cambridge, Massachusetts, gracias al Estatus de Protección Temporal (TPS) que adjudicó Estados Unidos en 2001 a cientos de miles de ciudadanos de El Salvador; por ello, su trabajo y su vida penden de cada decisión del gobierno estadounidense sobre si revalidar o no este permiso con lo que la “amenaza” de ser deportada a su país ensombrece su situación y la de su familia.
El volver a El Salvador lo ve como el “peor de los escenarios” con todo su vida laboral y sus aportaciones a Estados Unidos. “Aunque aquí la situación de nosotros como trabajadores es complicada por el costo de vida que aumenta y aumenta, no se compara con los que nos esperaría de ser obligados a retornar a nuestros países”, dice.
A la fecha, El Salvador es el país con el mayor número de inmigrantes amparados por el TPS a partir de los registros del Servicio de Ciudadanía e Inmigración de Estados Unidos (USCIS) que -hasta la cancelación del beneficio en el año 2018- calculaba unos 198.000 salvadoreños protegidos por este estatus legal, seguido de Honduras con unos 60.000.
Un estudio realizado por dos expertos de la región, perfila las condiciones en los dos países centroamericanos y cómo el retorno forzado de más de 250.000 emigrantes y sus grupos familiares pondría en mayores aprietos a ambas naciones.
El economista William Pleites, que hasta 2021 dirigió la segunda fase del programa Fomilenio en El Salvador con la dotación de más de 700 millones de dólares de la Corporación Retos del Milenio (MCC) en Washington, considera en el informe ‘El Salvador: condiciones de país’ que la vuelta forzada de cerca de 200.000 salvadoreños y sus grupos familiares sería difícil de absorber para una economía que no logra ni suplir las necesidades de empleo de sus nacionales, con un déficit superior a las 40.000 plazas de trabajo cada año.
“Deportar a inmigrantes salvadoreños residentes en EEUU profundizaría las ya terribles condiciones socioeconómicas de El Salvador y crearía condiciones propicias para el malestar político y la desestabilización”, considera el estudio, que desglosa algunas variables para entender la dimensión del problema.
Landaverde se ve reflejada en esos datos y dice que “nosotros somos parte fundamental de la economía de Honduras y El Salvador”, por las aportaciones que como inmigrantes “hacemos” a esos países a través de remesas destinadas a las familias.