Powered by Google Translate

Reimaginando la educación para el futuro de los jóvenes

Durante más de un siglo, el horario escolar tradicional se ha organizado en seis o siete períodos diarios, cinco días a la semana, con clases de 40 a 60 minutos. Sin embargo, un número creciente de educadores está replanteando esta estructura para hacer que la escuela sea más atractiva a estudiantes cuyos estilos de aprendizaje no encajan en bloques de tiempo rígidos. Esta necesidad de transformación está recibiendo apoyo bipartidista y promete renovar la educación en Estados Unidos

0 91

Louis Freedberg, veterano periodista educativo y actual productor ejecutivo de Sparking Equity, explica que: «Para muchos estudiantes, no para todos, la estructura y las oportunidades de aprendizaje actuales no están funcionando lo suficiente como para que los jóvenes se levanten cada mañana con ganas de ir a la escuela.»

La pandemia dejó huellas profundas en la educación. Freedberg reflexiona que «uno de los aspectos positivos que surgió de la pandemia fue que todos querían volver a la escuela», pero ese entusiasmo inicial rápidamente se disipó. La realidad hoy es que el ausentismo crónico ha alcanzado niveles récord, evidenciando que algo en el sistema necesita cambiar.

Un elemento fundamental que está siendo cuestionado es la influencia del Carnegie Unit, creado en 1906 como una medida estándar de aprendizaje basada en horas de instrucción. «Si se lo mencionas a la mayoría de las personas, incluso dentro de las escuelas, probablemente no sabrán qué es,» comenta Freedberg. Sin embargo, esta métrica ha determinado durante décadas todo, desde los requisitos de graduación hasta la ayuda financiera universitaria.

Hoy, incluso la propia Fundación Carnegie —la misma que estableció el Carnegie Unit— está liderando los esfuerzos para actualizarlo o eliminarlo. Freedberg explica: «Están diciendo que esto ya está obsoleto.»

El cambio de paradigma no se limita a cuestionar la duración de las clases, sino que también busca redefinir qué habilidades son esenciales para los estudiantes. Más allá de las calificaciones, se valoran capacidades como el pensamiento crítico, la colaboración, la perseverancia y la autonomía. Freedberg destaca que «hay muchas habilidades que realmente nos gustaría que los jóvenes desarrollaran antes de salir de la escuela» y que son más relevantes para su éxito en la vida y el trabajo.

Cinco estados —Indiana, Nevada, Carolina del Norte, Rhode Island y Wisconsin— están actualmente probando nuevas formas de medir estas llamadas habilidades duraderas, en colaboración con el ETS (el organismo responsable del SAT) y la Fundación Carnegie.

A nivel estatal, el movimiento también avanza con iniciativas como los Portraits of a Graduate (Retratos de un Graduado), implementados ya en 17 estados. Estos retratos describen un conjunto más amplio de competencias que los jóvenes deben dominar, muchas veces integrándolas en los requisitos legales de graduación.

Freedberg resalta un aspecto esencial de este movimiento: «Estos son esfuerzos que provienen de las propias experiencias vividas en el campo, en lugar de ser un gran plan impuesto desde arriba.» Además, señala que, a diferencia de reformas anteriores, «el Departamento de Educación ha estado más o menos ausente en esta cuestión,» subrayando que se trata de un cambio liderado desde los estados y los distritos escolares locales.

La transformación del día escolar no solo redefine el tiempo de clase; reimagina toda la experiencia educativa para que cada estudiante tenga la oportunidad de prosperar.

 

 

Imagen creada con IA -Canva
Imagen creada con IA -Canva

 

 

Normalizando la alegría

Mientras el sistema educativo tradicional busca su transformación, líderes como Shalonda Gregory, directora de MetWest High en Oakland, California, están mostrando que el cambio no solo es necesario, sino posible. Gregory lidera una escuela innovadora que implementa el modelo de Big Picture Learning, centrado en conectar la enseñanza con las pasiones, culturas y sueños de los estudiantes.

«Parte de mi objetivo es normalizar la alegría en las escuelas,» afirma con convicción Gregory. Para ella, aprender debe ser algo que provoque entusiasmo genuino, no solo un requisito. Desde su experiencia como alumna de estrictas escuelas tradicionales en Louisville, Kentucky, reconoce que la estructura y la disciplina pueden coexistir con un ambiente donde el disfrute y el sentido de pertenencia sean esenciales.

Gregory recuerda vívidamente las experiencias que marcaron su amor por aprender, como cuando su maestra de primer grado les enseñó a hacer mantequilla: «Aprendimos el proceso, lo experimentamos y luego disfrutamos del resultado. Eso se quedó conmigo.» También evoca cómo en la clase de Educación Física aprovechaba cada oportunidad para demostrar que podía igualar —y superar— a sus compañeros varones en un contexto donde los roles de género aún eran muy rígidos. «Nunca adopté la creencia de que había cosas que las niñas no podían hacer,» subraya.

Hoy, como directora, su misión es clara: hacer de la escuela un espacio donde cada estudiante pueda soñar y, más importante aún, capturar sus sueños. «No quiero que solo persigan sus sueños; quiero que los capturen,» explica Gregory. Para lograrlo, en MetWest cada alumno diseña un Plan Individual de Aprendizaje desde noveno grado, en el cual definen no solo sus metas académicas y profesionales, sino también el tipo de ser humano que aspiran a ser.

«No se trata solamente de qué carrera quieres seguir, sino de cómo quieres presentarte en el mundo,» destaca. Y esa reflexión personal se va adaptando conforme los jóvenes crecen y evolucionan en su recorrido escolar.

Shalonda, con más de dos décadas de experiencia en educación, cree firmemente en la capacidad de todos los estudiantes para alcanzar niveles altos de éxito: «Tomamos múltiples caminos para llegar a la meta, y es vital que los educadores nos encontremos con los estudiantes donde ellos están.» Reconoce que cada joven trae consigo una riqueza única de experiencias, saberes y culturas que deben ser valoradas y potenciadas en el aula.

Tambien sugiere que reinventar la educación no se trata de abandonar el rigor, sino de combinarlo con pasión, pertenencia y propósito. Porque, como ella misma resume: «La escuela debería ser divertida, debería ser rigurosa, pero sobre todo debería ser profundamente significativa.»

 Una comunidad, una visión

Anne Stanton, presidenta de la Linked Learning Alliance, ha dedicado su carrera a diseñar caminos que conecten la educación con la vida real de los jóvenes. Desde sus primeros días trabajando con jóvenes en situación de calle en Nueva York y San Francisco, hasta liderar iniciativas de transformación a nivel estatal en California, Stanton siempre ha tenido una visión clara: «No podemos permitir que los jóvenes lleguen al final del juego subeducados y subempleables.»

Su experiencia la llevó a impulsar un cambio fundamental: abandonar el viejo modelo de educación segregada entre “preparación universitaria” y “preparación laboral” para construir uno nuevo, donde el aprendizaje riguroso y la relevancia profesional coexistieran. «¿Qué pasaría si preparamos a todos los jóvenes para el éxito en la universidad, la carrera y la vida cívica, en lugar de obligarlos a elegir uno solo?» se preguntó Stanton.

Así nació el enfoque de Linked Learning: cuatro componentes esenciales —académicos rigurosos, integración con programas de carrera, apoyo integral al estudiante y aprendizaje basado en la experiencia laboral— que juntos están demostrando que un cambio sistémico es posible. Con más de 330,000 estudiantes en 250 escuelas de California hoy beneficiándose de este modelo, los resultados hablan por sí solos: mayores tasas de graduación, acceso universitario ampliado y habilidades duraderas para la vida.

«La escuela no puede ser solo un lugar de puertas cerradas,» sostiene Stanton. «Tenemos que abrir las escuelas a la comunidad y dejar que los jóvenes también salgan a aprender en el mundo real.» Con iniciativas como el Golden State Pathways Program, respaldadas por una inversión histórica de 500 millones de dólares, el movimiento sigue creciendo con la esperanza de alcanzar a 600.000 estudiantes en el estado.

Pero Stanton también hace un llamado urgente: «Necesitamos cambiar la narrativa de la adolescencia. No veamos a los jóvenes como problemas a resolver, sino como los activos más creativos y poderosos que tenemos para construir nuestro futuro.»

Estos especialistas consideran que transformar la educación no es tarea de unos pocos, es un movimiento colectivo. Y su éxito, como bien subraya Stanton, dependerá de que comunidades enteras —padres, maestros, empresarios, periodistas y líderes cívicos— se adueñen de una misma visión: una educación que prepare a todos los jóvenes para un mundo donde el aprendizaje, el trabajo y la participación ciudadana no sean caminos separados, sino uno solo.

¡Conéctate con Te Lo Cuento News! Suscríbete a nuestros canales de YouTube, WhatsApp y síguenos en Facebook, X e Instagram.
Deja una respuesta

Tu dirección de email no será publicada

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Te Lo Cuento News