Lisandra Guerra: Una vida dedicada al ciclismo y a la superación

Lisandra Guerra es mamá, ciclista y migrante, tres facetas que definen su vida y su lucha por alcanzar sus sueños. No se amilana ante las dificultades y tiene claro lo que quiere para sí misma y su entorno. Su seguridad y sabiduría le permitieron reinventarse y adaptarse a los desafíos de la vida, tanto dentro como fuera de la pista.

Ha sido campeona del mundo en 500 metros contrarreloj y ganadora de numerosas competencias. Todas sus medallas y victorias tienen un significado especial. Pero hay un logro que destaca, por encima de los demás: los Juegos Panamericanos Lima 2019.

“Fue una medalla de plata que me supo a oro, por todo el sacrificio que tuve que hacer para conseguirla. Cada entrenamiento fue un desafío. Para esa fecha ya tenía a mi hijo de dos años y fue un reto entrenar al más alto nivel, ser mamá y competir al mismo tiempo”, cuenta.

Los inicios en el ciclismo

Lisandra Guerra comenzó en el ciclismo por diversión, por la ilusión de tener una bicicleta. Recuerda que siempre fue una niña muy activa y llena de energía. “Antes del ciclismo, ya había practicado varios deportes. Cuando se me dio la oportunidad de apuntarme en esta disciplina, no lo pensé dos veces. Me hacía mucha ilusión tener una bicicleta”.

Recuerda que sus padres no tenían los recursos para comprarle el equipo y, cuando comenzó a practicar ciclismo, la academia se los facilitaba. “Poco a poco se fue convirtiendo esa ilusión en una diversión y más tarde en una pasión. El ciclismo y la bicicleta fueron por muchos años de mi vida lo más importante”.

Adaptación como migrante

Lisandra Guerra nació en Matanzas, Cuba, y migró a St. Joseph, Estados Unidos. Este cambio trajo consigo retos significativos. “Al principio es siempre difícil”, señala, pero llegó con la mente abierta y se propuso superar cualquier obstáculo que se le pudiera presentar, siempre con la perspectiva de aprender una nueva cultura, también con mucho respeto.

“Emigrar es salir de tu zona de confort y comenzar de 0. Sales con mucha incertidumbre, pero con una maleta llena de sueños. De mi tierra natal extraño el calor de la gente. De mi nueva vida confirmo que siempre que se quiere, se puede. Solo basta luchar, no rendirse, y mantener siempre una actitud positiva ante la vida”.

Y agrega: “Creo que como migrante lo primero que debemos y tenemos que entender es que venimos a un país que no es el nuestro y que nos abre la puerta. Es fundamental respetar y comprender su cultura para que la vida se nos haga mucho más fácil. Al principio me costó, pero he conocido personas maravillosas que me han ayudado mucho. Con paciencia y con amor he logrado entender mucho la cultura y la vida se hace un poco más fácil una vez que logras asimilar cómo funciona todo”.

Confianza y fe

Con respecto a los desafíos, no han faltado, tanto en su vida personal como profesional. Su principal fortaleza siempre ha sido su fe, la confianza y la constancia de que todo pasa por alguna razón.

“Mi pensamiento siempre ha sido: te puedes caer mil veces, así como en la bicicleta; en la vida es igual, pero te paras, te sacudes y sigues para adelante. No hay cabida para rendirse; no importa cuántas veces caigas, importa cuántas veces seas capaz de levantarte. La vida es dura, pero es bella; es el regalo más lindo que Dios nos ha dado. Hay que vivir, nunca rendirse”.

Momentos de motivación

Cuando se le pregunta a la matancera cuáles son sus sueños personales y profesionales, responde que como atleta logró todo lo que se propuso. Dice que le faltó esa medalla olímpica que tanto deseó y no pudo alcanzar, pero todo eso quedó atrás el día que conoció el verdadero amor, su medalla más valiosa: “Mi hijo, a quien amo con todo mi corazón. Hoy, sin temor a equivocarme, puedo decir que me siento una mujer realizada, tanto profesional como personalmente”.

Puede decir claramente todo lo que aprendió del ciclismo: A ser disciplinada, a tener un objetivo y cumplirlo. “Me enseñó que cuando se quiere algo de verdad tienes que sacrificarte para poder alcanzarlo, que nada es fácil, pero ahí está el secreto. Porque cuando logras lo que te propones, cuando luchas por algo que verdaderamente deseas y lo logras, la felicidad, la satisfacción que sientes es tan grande que es difícil explicar con palabras. Hay que sentirlo y vivirlo para saber cómo es”.

Lisandra Guerra y su compromiso

Es claro que ella es una inspiración para quienes luchan por destacarse en el ciclismo. Cuando escucha a los niños decir “quiero ser como Lisandra Guerra”, siente que tiene un compromiso con ellos. “Sientes que no les puedes fallar y eso definitivamente te alienta a ser mejor persona”, añade.

A las nuevas generaciones les dice que no se rindan, que siempre luchen con disciplina y con amor por lo que quieren. Que no permitan que nadie les diga que no se puede. “No importa de dónde vengan, con orgullo y con mucho amor, sigan adelante. Y cuando las cosas se pongan difíciles, sean como el Ave Fénix que resurge de sus cenizas y vuelve a volar, sin miedo al éxito”.

En el futuro, Lisandra Guerra se visualiza trabajando como profesora de educación física, contribuyendo y aportando su granito de arena a esa rama que tanto le apasiona.

Escuchar su historia, leerla y conocer un poco de ella es inspirador. Ver cómo habla con orgullo de su carrera, de sus logros y sus retos es una dosis de motivación.  Lisandra supo adaptarse a los cambios, superar sus miedos y crecer personalmente. El deporte le dio disciplina, pero esa dosis de humanidad, de sensibilidad y de entrega, son propias de ella.

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